martes, 20 de diciembre de 2011

Cada vez, falta menos

Echo de menos verte, sonreírte, besarte. Echo en falta tu voz y tu mirada celeste. Me falta el olor, el tacto de tu pelo y tu forma de caminar. Echo de menos que me acaricies.
Quiero salir y quedar contigo. Quiero mirarte a los ojos y hablar.
Recuerdo cuando, en Mannheim, estábamos los dos, cada uno en una silla diferente. Yo apoyaba mi cabeza sobre tu hombro; tú dejabas caer la tuya sobre la mía, y con el brazo que me rodeaba, me tocabas el pelo. Después de un rato, cambiamos de postura; yo ponía las piernas encima de las tuyas y mi cabeza no se separaba de tu hombro. Tu seguías acariciándome el pelo. Estábamos viendo una película.
Echo de menos, todo eso.
Levantarme en mitad de la noche y encontrarme con esa imagen: tú, dormido a mi lado, sintiendo el calor que desprendes. Hasta mi risa suena de forma diferente.
Echo de menos, que me abraces, tus gestos, tu acento ubetense-murciano, nuestras cenas de comida precocinada, nuestras duchas y nuestro “calientamanos”.
Todo el tiempo, te echo de menos a ti. 

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